Mi primera vez
Le he dado muchas vueltas al tema de mi primer post y por más que le dé a la cabeza, no se me ocurre mejor forma de empezar que hablando de ella.
Apareció en mi vida a la edad de 5 años y desde entonces no
se ha separado de mí. No siempre hacía lo que le mandaba y a veces me ponía de
los nervios pero siempre llegaba despacio a mis pies cuando la mandaba a paseo.
A menudo blanda y esponjosa; con deshilachadas más propias
de un rastafari; otras, sin embargo, con la piel suave y brillante como recién
salida del baño, lo más pegada a mi pie derecho que podía, y a la misma velocidad
de mi minúscula zancada.
Todos los que conocía, tenían una amiga más o menos igual
que la mía. Es cierto que también estaban los que, por motivos de mayores, no podían tener una, pero era
un placer presentarles a nuestras acompañantes a esos que venían solos, y
enseguida nos poníamos todos a disfrutar de su presencia.
Verla correr de un pie a otro, salir disparada como un
cohete que a veces, y esto es cierto, llegaba casi a la luna, o bajar de ella y
quedarse dormida en mi empeine como si estuviera cansada del viaje, eran
placeres más allá de la compresión humana, al menos de la comprensión de los
adultos que merodeaban la zona y que de vez en cuando se "tropezaban"
con ella.
Nos dio tanto que tardaríamos vidas en devolverle tanta
emoción, tanta alegría, tanta conexión entre un objeto y todos los que le
rodean. Hoy le llaman juego asociativo, pero en mi época le llamábamos
"todos a una"; si yo corro tú corres y así durante toda la
tarde...que es bastante más que 90 minutos.
LA PELOTA, esa amiga inseparable que la pueden usar, con el
mismo delirio, el futbolista más grande de la historia o el carnicero de la
esquina; que trata a todo el mundo por igual sin importarle credo, cultura o
escudo.
A ella dedico estas primeras palabras. Va por ti!
Ok, y ahora me marcho un rato a jugar…hasta la próxima.