La calidad es
inteligencia y viceversa
En un partido, la estrella del
equipo recibe una pelota en la banda; la baja con el pecho y queda adormecida
en el césped a medio centímetro de su bota; se le acerca un defensor, le tira
un amago con la cintura y a continuación le hace dos “bicicletas” que acaban precipitándolo
contra el verde, realizando un posterior centro que acaba en el fondo de la
portería empujada por el delantero tanque del equipo… ¡qué calidad!
No lo discuto, ni mucho menos, pero
les voy a contar la jugada desde el principio a ver qué les parece.
El portero se la cedió al lateral
que ejecutó un control orientado
dando posteriormente un pase de 15 metros al medio centro dejándolo en justa ventaja para que, después de
haber tenido un sentido táctico
incuestionable, se ubicara
perfectamente entre dos contrarios y habiendo mirado a su alrededor,
mostrando así visión periférica de la situación de juego e incluso intuir la colocación exacta de la
súper estrella mencionada, realiza un pase con el empeine de 35 metros con un
efecto plano, y a la diana, que llega a su destino en décimas de segundo. ¿Es
eso calidad?
La calidad en el fútbol tiene
factores que van más allá de la floritura o el control imposible y que pasan
desapercibidos al eclipsado espectador que presta especial atención a las
fintas, chilenas y demás acciones que, a pesar de dar caché al espectáculo, no
excluye a otras maniobras menos apreciadas.
Siempre he pensado que un jugador
que no pierde el balón, que ejecuta un porcentaje altísimo de acierto en el
pase o que no marra un control, posee tanta calidad como el crack del equipo y
que no siempre, esa calidad, es reconocida.
A Xavi Hernández le preguntaron
una vez si sabía regatear y contestó: “Ni se regatear, ni soy rápido, ni voy
bien de cabeza; pero no la pierdo tan fácil, siempre la paso bien y se dónde
están colocados, en todo momento, mis compañeros”
La calidad reside en la cabeza y
tiene contrato de alquiler de por vida.
La mejor virtud de un futbolista es su inteligencia
--futbolista o lo que sea--.
Saber cuáles son sus condiciones
y explotarlas al máximo, esconder los defectos lo máximo posible, sacar
provecho de las situaciones que surgen en el juego preguntándole primero a su
cerebro que a sus piernas; eso es calidad absoluta.
Siento ser tan reiterativo con el
aspecto educativo de los niños, pero tengo la total certeza que un benjamín
bien educado será siempre más inteligente que uno con esa carencia formativa y,
como consecuencia de ello, ejecutará con más brillantez y solvencia las
acciones que se le presenten en un partido.
La inteligencia sirve para muchas
cosas pero sobre todo para resolver problemas. Problemas que aparecen en cada
entrenamiento, en cada partido…a lo largo de la propia vida.
Si no sabes nadar no te tires al
agua, construye un barco.
Y recuerden, disfruten del
partido.